Las relaciones entre Estados Unidos y China no han sido las más idílicas desde hace algún tiempo; últimamente, el principal tema de la discordia es el aumento de las tarifas de los productos que el país asiático comenzó a difundir a partir del pasado 10 de mayo.
El último viernes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, intentó amortiguar la situación mediante un tweet: «Las relaciones con China son regulares. Hay muchas posibilidades de que se realice una nueva reunión durante el próximo G-20 en Japón».
Los Estados Unidos han empezado la guerra comercial con China el viernes al imponer nuevos aranceles sobre importaciones chinas valoradas en 200.000 millones de dólares e iniciar el proceso para tasar el resto de productos que los estadounidenses compran al gigante asiático, un monto valorado en 300.000 millones de dólares. Se puede decir que los puntos de mayor discordia entre Trump y Xi Jinping se deben precisamente a la falta de aprobación de este acuerdo por parte de la legislatura china.
Trump, como se mencionó, para enmascarar el evidente clima de tensión, declaró que el diálogo con Beijing sigue siendo bastante civil y, sobre todo, no se apresura a alcanzar un acuerdo inminente, al menos no antes del G-20.
La situación en los Estados Unidos es que, a fines de 2018, el estado de EE. UU. cerró con el mayor déficit en los últimos diez años; para agregar incertidumbre a esta situación, pensamos en esta diatriba entre Estados Unidos y China: hasta hace 10 días, se pensaba que esta bendita guerra comercial podría terminar de manera positiva y sin demasiadas consecuencias. Ahora, sin embargo, las cosas parecen mucho más complicadas precisamente debido a esta falta de acuerdo entre aquellos que probablemente son las principales potencias mundiales. Una continuación de este clima entre los dos gigantes no es ciertamente una buena noticia a nivel económico y no.
Guglielmo Gatto